Una melodía añeja nos invade, una folía al son de las cuerdas del bandoneón, mientras levantamos una copa de vino para dejar escapar nuestro deseo interior, llevado de la mano de la brisa, que nos descubre al atraparnos. Su susurro nos invita a soñar en un espacio mágico, entre las olas serenas del mar.
Nuestras almas en reposo, pero nuestro cuerpos claman navegar, y nos indica la ruta genuina desde nuestros labios hasta nuestro secreto, que silenciosamente va besando el deseo, nuestras manos levantan vuelo, nuestras bocas se humedecen, nuestra mirada se enciende, bajo el paisaje marino del puerto.
En un rincón dominado por los amantes, abre paso a la silueta dibujada llamada amor, llamada placer, rendida a la pasión.
Hacemos el amor muy despacio, hacinados entre la roca volcánica y la arena húmeda, por mi brillo del mar de quien es testigo de la enardecida escena del placer disfrutada por los dos, en una tarde cálida y altanera que en sus notas musicales culminan en el éxtasis de nuestro húmedo cuerpos.
©Beatriz Martín
21/05/2021